| Article | May 2020 | Expansión Jurídico |
En el ‘Prólogo para Franceses’ de la Rebelión de las masas, esa obra monumental del pensamiento europeo escrita en el período de entreguerras del S.XX por Ortega, se exponía una realidad de pensamiento europeo mucho más profunda y arraigada en la historia que la imperante en la actualidad, marcadamente utilitarista.
Visionaba el proceso de integración en el viejo continente como algo natural e inevitable, pero con un riesgo muy real de que el proceso llegase súbitamente a su fin por la aparición de “la coleta de un chino asomando por los Urales o una sacudida del gran magma islámico”.
La crisis provocada por el coronavirus ha sacudido nuestra sociedad posmoderna de un modo aplastante y ha puesto en los ojos de las generaciones actuales un drama humano, social y económico en un mundo que parecía inevitablemente previsible, seguro, global y homogéneo.
Las democracias representativas occidentales en general, y las europeas en particular, deben ahora decidir el rumbo filosófico, moral, político y jurídico para hacer frente a esta crisis de modo de vida. Fijar el rumbo no será fácil y en su derrota se hallarán unas empobrecidas clases medias y tentaciones populistas de diverso signo. Si en los últimos 30 años hemos ido observando en Occidente un cerco a los derechos patrimoniales con la limitación – incluso intimidación moral- de derechos fundamentales como el de propiedad, ahora le toca el turno a las libertades, empezando con la de movimiento de las personas y previsiblemente en un corto plazo de tiempo, el de los bienes y servicios.
Todo parece indicar que el rumbo de la reconstrucción será muy binario. O se orientará hacia la hiperregulación, socialización de la pérdida y aumento de la presión fiscal, para acabar efectuándose un reparto equitativo de la miseria, o -ese es el toque de rebato necesario- la clase dirigente más avezada y preparada aprovechando esa oportunidad de decoupling del mundo global, apostará por la liberalización económica y la desregulación generalizada en espacios culturales e históricos comunes como el europeo, con el emprendimiento, la productividad y el esfuerzo en el trabajo como herramientas fundamentales.
Y aquí aparecen los mercados financieros y su papel imprescindible. Estos suelen seguir, al igual que las leyes y las normas, la estela de los cambios sociales, pero conviene recordar que se hallan inmersos en los últimos años en un período de excepcionalidad que refleja el rumbo de las sociedades y las economías imperantes en nuestro mundo global. Apariencia de liberalismo pero realidad de proteccionismo y sanciones en Estados Unidos, innovación y competitividad con pocas barreras regulatorias en Asia, China con reglas desconocidas pero que apuntan hacia la conquista de la civilización y nuestra Europa como siempre; Inmersa en una campaña de preponderancia de tintes decimonónicos y conquista social fútil, decidiendo en la burocracia de los despachos sin visión y juntando microideas, si apuesta por el modelo financiero alemán, tan estático, industrial y caduco, o por el fuerte, sólido, centralizado modelo francés o si tal vez recupera el modelo trasfronterizo, global y de apetito por el riesgo anglosajón, que harto de estas justas y consciente de la debilidad del mensaje global de sus colegas continentales promovió la firma de un divorcio en forma de Brexit que ahora, con la crisis, se vuelve casi imposible de consumar.
Curiosamente dos de los modelos financieros más antiguos y sólidos del mundo, el español y el italiano han sido tratados como un caballo secundario en esta batalla, esto es, como aquel al que se descontaba ganar pero que no se ha acabado de batir, incluso con una moneda controlada por Alemania y unas políticas monetarias muy discutibles; Una década después de la crisis financiera los sectores de estos dos países del sur, de los más azotados por la crisis sanitaria, son los más resilientes y combativos. Todo ello para la incredulidad y las ansias de la compra fácil o fusión por absorción transfronteriza por parte de nuestros vecinos del norte.
¿Y ahora qué? Los tiempos difíciles merecen decisiones valientes y tirar del carro. Apostemos por la receta de menos normas y más y mejores juristas. La respuesta adecuada por parte del sur de Europa debe ir marcada por la defensa en las instituciones europeas la desregulación paulatina, ordenada y prudente del sector financiero para hacerlo competitivo con el resto del mundo. Apostemos por la aproximación a los postulados anglosajones y, en el caso español, por la defensa férrea e impenitente de la banca atlántica proyectada hacia Latinoamérica donde se encuentra la mayor parte de los receptores de nuestro acervo cultural. Y para hacerlo hay que apostar por un lenguaje que evite hablar de socializar pérdidas sino de compartir beneficios y en apostar por la proyección cultural en el mundo que occidente en general, y la hispanidad en particular, merece.
En caso contrario la coleta, que asoma por los Urales, con permiso teutón, llegará para quedarse.
Artículo publicado por el diario Expansión Jurídico.